miércoles, 13 de febrero de 2008

LA RENUNCIA DE ROJAS NINA



MI RENUNCIA DEL GOBIERNO
DOMINGO PORFIRIO ROJAS NINA

Entre los fundamentos de mi renuncia, entre otros, se encuentra la razón básica de que jamás podría percibir emolumentos o un simple sueldo, sin desempeñar ninguna función para el cargo que fuera creado, debido a principios éticos, morales y la dignidad que me impone los blasones de mi conciencia. Prefiero morir antes que traicionar mis principios, a mi familia, a San Cristóbal y al país.
Tengo el deber de informar a la nación los reclamos de la voz de mi conciencia, previa meditación de largas horas y noches, respecto a mi partida como secretario de Estado, asesor en derechos humanos del Podes Ejecutivo.
En comunicación del 11 del cursante mes informé al señor presidente mi profundo agradecimiento en sublime expresión sentimental, por el nombramiento que en fecha 20 de agosto del pasado año me hiciera, el cual no esperaba, pero fue una gran distinción, sintiéndome altamente honrado.
Al ser juramentado el 21 del referido mes, el excelentísimo presidente Leonel Fernández Reyna tuvo la gentileza en expresarme que, tomando en consideración mis condiciones profesionales, morales, luchas en defensa de los Derechos Humanos y experiencia en la administración pública, había tomado esa decisión, ofreciéndole por eso mi sincera gratitud, en tan significativa ocasión.
Pensé que verdaderamente yo iba a ser tomado en consideración para algunos aspectos de las prerrogativas humanas y otras cosas, en favor de la ciudadanía y la República, pero no fue así lamentablemente.
Realicé varias gestiones con instancias del Palacio Nacional para que me fuera asignado un despacho como era de lugar, pero todo fue inútil, ya que fui a trabajar, a ayudar al presidente Fernández junto al Gobierno que dirige, a servirle con lealtad, honradez, decoro, sanas intenciones y la mejor buena fe ciudadana.
Dirigí al señor presidente de la República un sin números de comunicaciones, sugerencias, proyectos, solicitudes de entrevistas a ciudadanos y a favor de sectores, provincias y comunidades del país, incluyendo mi idolatrado pueblo de San Cristóbal, pero nunca recibí siquiera un acuse de recibo, en desmedro de la cortesía y normas protocolares que se estilan siempre a favor de toda persona o entidad que se dirige especialmente a un jefe de Estado.

Igualmente, nunca el señor presidente me concedió una breve entrevista, ni me participó nada en relación a la designación que fui objeto, lo que considero inaudito, pues reitero fui a trabajar, aunque queriendo no pude desarrollar mis anhelos ni desempeñar las funciones que pensaba realizar, porque no recibí el apoyo del Gobierno ni atribución alguna al respeto.
En mi renuncia al señor presidente le comunique que una gran parte del limitado emolumento recibido lo invertí en compras de medicinas, alimentos, ayudas económicas, pasajes, vestuarios a favor de personas pobres y necesitadas, y eso lo podemos probar a plenitud, incluyendo solicitudes de ayuda no económica a distinguidos amigos, como al filántropo doctor Antonio Cruz Jiminian, al Licenciado Ramón Alvarez, al brillante Cardiólogo y Humanista doctor Jhonny Jacobo Simón, al destacado diputado licenciado Víctor Ito Bisonó, al doctor Juan Oviedo, cuya Óptica lleva su apellido, al licenciado Moisés Nina Placencio y a mis cuatro hermanas residente en los Estados Unidos de América.
La conciencia es el mejor libro de moral que tenemos, decía Pascal, y si el destino y el pueblo lo deciden es preferible ser vencido con dignidad que ganar con humillaciones y olvido con nombre y apellido, pues luego de varios años retirado volveré a incursionar en la política dominicana oportunamente, ya que no puedo permanecer al margen de la futura situación del país.
Pero quiero expresar mi reconocimiento y gratitud también a distinguidos funcionarios de quienes recibí atenciones, jamás nada mercurial. Se trata del licenciado Luís Manuel Bonetti, José Francisco Peña Guaba, del cual recibí en el mes de diciembre 60 cajas navideñas, las cuáles fueron repartidas en San Cristóbal y la Capital a personas necesitadas; al distinguido doctor Radhames Jiménez, al ingeniero Temístocles Montás, al licenciado William Aquino, al doctor. Roberto Blandino Urbáez, al mayor general José Aníbal Sanz Jiminián, a él recurrí en busca de ayuda para una señora enferma, ofreciéndole colaboración la cual fue tratada y operada en Cuba.
Agradezco también as la señora Agueda Herrera y a las personas que laboran en Recursos Humanos de la Presidencia, al mayor general ingeniero Rafael Guzmán Fermín, al licenciado Felipe Jey Payano, al general de brigada Medina, jefe del Cuerpo de Ayudantes del Señor Presidente.
Reitero que fui a trabajar, a ser leal al gobierno y la institucionalidad, no a ser una simple figura decorativa, aunque vivo, contrario a los que algunos que no me conocen piensan, en un limitado apartamento, siendo posible que del irrisorio emolumento que recibí contribuyera para algunas necesidades perentorias; pero la dignidad es un valor social, moral, ético y personal que yo tengo y que mantendré incólume hasta el ultimo día de mi vida, porque he trabajado con cinco ex presidentes, pero yo no transijo con mis criterios, ideales y dignidad.
Señor presidente, yo le manifesté que iba ayudarle a usted dentro de nuestras posibilidades, pero sin incursionar ni participaren la destacada agrupación política que usted dirige, aunque usted nunca me ocupó ni señalara nada políticamente, y esto debo decirlo con verticalidad.
Mi filosofía coincide con la de padre de la Patria Juan Pablo Duarte, cuando dijo: “Haced siempre el bien que la vida es transitoria. El poder de los hombres pasa y la historia queda para que la escriban las nuevas generaciones”.
Muchas gracias excelentísimo presidente, pero yo pienso como Aristóteles: “Vivir Moralmente vale más que vivir”.




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